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Corren malos tiempos para la poesía

¿Por qué son tan malas algunas de las letras de las canciones que solemos cantar en las iglesias? No me refiero a los venerados himnos que durante siglos han formado parte del rico acervo de las comunidades protestantes -aunque también hay alguno cuya letra produce cuando menos algún que otro reparo-, sino a los cantos de alabanza que se escuchan en muchas de nuestras congregaciones. Y digo yo, si tenemos pruebas evidentes de que se pueden componer canciones que a una buena música aúnan una letra de calidad (me viene a la mente el cantautor Marcos Vidal, pero hay otros ejemplos que podrían citarse), ¿cómo es posible que abunden tanto los coros o cánticos literariamente pobres, repetitivos y cutres? ¿Acaso Dios no se merece lo mejor? ¿Por qué la música secular cuenta con excelentes piezas y nosotros nos conformamos con lo primero que nos llega o la última traducción (?!) de la canción de alabanza que se ha puesto de moda en otros países?

Si muchas de las alabanzas que se entonan domingo sí domingo también en los cultos tuvieran que pasar un control de calidad, mucho me temo que quedarían muy mal paradas. Y esto no hace más que confirmar mis sospechas de que nos hemos dejado llevar por la deleznable noción de que todo lo que se haga para el Señor vale siempre que esté motivado por la buena voluntad y revestido de mucho amor. Tal vez sea así en la "cámara secreta", allí donde nos encontramos frente a frente con Dios, pero desde luego no en la adoración pública y comunitaria. A Dios hay que darle lo mejor de lo mejor. ¡Ya está bien de tanta mediocridad!