Jun 2007
Día del Orgullo...
Madrid está siendo testigo de las celebraciones del llamado "Día del Orgullo Gay". Los medios de comunicación, siguiendo el dictado de lo políticamente correcto, se hacen eco de los actos que se vienen realizando en el barrio de Chueca sin escatimar en esfuerzos materiales y humanos. Hasta aquí la noticia.
Pero ¿es que nos hemos vuelto todos locos o qué? Por mucha que sea la fuerza de los grupos de presión homosexuales (que lo es), por muchas legislaciones que se aprueben en los parlamentos, por más que se insulte y critique a quien no esté de acuerdo con el ideario de los seguidores del arco iris (y lo de "homófobo" es lo más fino que se puede escuchar), el mal no se va a convertir en bien. Aunque toda la humanidad se juntara como un solo hombre y dijera que la mentira es verdad, no por eso llevaría la razón.
Dios ha expresado con toda claridad su opinión sobre el comportamiento humano. El pecado no deja de serlo porque lo vote la mayoría, se ponga de moda, o esté mejor visto que antes. Celebrar el "Día del Orgullo Gay" es tan absurdo y ridículo como celebrar el "Día del Orgullo de los Mentirosos" o el "Día del Orgullo de los Ladrones". Todos somos pecadores y, por tanto, declarados culpables por la ley de Dios. Si encima nos regodeamos en nuestra propia miseria y queremos enorgullecernos de nuestra patética y deleznable manera de vivir, es que hemos perdido por completo el rumbo.
La homosexualidad no es ni mejor ni peor que otros pecados. Atenta contra Dios y nos separa de él, como la mentira, la codicia, la envidia y tantos otras cosas. Sólo el arrepentimiento y una completa restauración en Cristo nos pueden cambiar y darnos acceso al regalo de una vida nueva y eterna. Esa es la única esperanza para la humanidad.
Pretender que ser un pervertido y llevar una vida contra natura es bueno, y que no pasa nada, no deja de ser una forma de autoengaño. Los colectivos gays no deberían preocuparse de lo que pensemos los demás (por cierto, en Occidente hace bastante tiempo que se lucha en contra de cualquier tipo de discriminación), ni siquiera de lo que opinen las iglesias (que en general, aunque no siempre ha sido así, procuran denunciar el pecado sin por ello dejar de tender la mano al pecador). Lo que sí debería importarles, y mucho, es lo que Dios ha expresado claramente en su Palabra.
Personalmente, tengo muy pocas cosas de las que enorgullecerme, y mucho menos de mis pecados, debilidades y flaquezas. Soy pecador, y me aferro a la misericordia de Dios para que no me juzgue conforme a mis merecimientos, sino de acuerdo con la justicia de su Hijo Jesucristo, en quien he depositado mi confianza y a quien he entregado mi vida. El único día digno de ser celebrado de verdad es el "Día del Arrepentimiento", y eso vale para los gays, los mentirosos, los homicidas, los avaros, los que aborrecen a sus padres, los adúlteros, los ladrones... En definitiva, para todos nosotros.
Pero ¿es que nos hemos vuelto todos locos o qué? Por mucha que sea la fuerza de los grupos de presión homosexuales (que lo es), por muchas legislaciones que se aprueben en los parlamentos, por más que se insulte y critique a quien no esté de acuerdo con el ideario de los seguidores del arco iris (y lo de "homófobo" es lo más fino que se puede escuchar), el mal no se va a convertir en bien. Aunque toda la humanidad se juntara como un solo hombre y dijera que la mentira es verdad, no por eso llevaría la razón.
Dios ha expresado con toda claridad su opinión sobre el comportamiento humano. El pecado no deja de serlo porque lo vote la mayoría, se ponga de moda, o esté mejor visto que antes. Celebrar el "Día del Orgullo Gay" es tan absurdo y ridículo como celebrar el "Día del Orgullo de los Mentirosos" o el "Día del Orgullo de los Ladrones". Todos somos pecadores y, por tanto, declarados culpables por la ley de Dios. Si encima nos regodeamos en nuestra propia miseria y queremos enorgullecernos de nuestra patética y deleznable manera de vivir, es que hemos perdido por completo el rumbo.
La homosexualidad no es ni mejor ni peor que otros pecados. Atenta contra Dios y nos separa de él, como la mentira, la codicia, la envidia y tantos otras cosas. Sólo el arrepentimiento y una completa restauración en Cristo nos pueden cambiar y darnos acceso al regalo de una vida nueva y eterna. Esa es la única esperanza para la humanidad.
Pretender que ser un pervertido y llevar una vida contra natura es bueno, y que no pasa nada, no deja de ser una forma de autoengaño. Los colectivos gays no deberían preocuparse de lo que pensemos los demás (por cierto, en Occidente hace bastante tiempo que se lucha en contra de cualquier tipo de discriminación), ni siquiera de lo que opinen las iglesias (que en general, aunque no siempre ha sido así, procuran denunciar el pecado sin por ello dejar de tender la mano al pecador). Lo que sí debería importarles, y mucho, es lo que Dios ha expresado claramente en su Palabra.
Personalmente, tengo muy pocas cosas de las que enorgullecerme, y mucho menos de mis pecados, debilidades y flaquezas. Soy pecador, y me aferro a la misericordia de Dios para que no me juzgue conforme a mis merecimientos, sino de acuerdo con la justicia de su Hijo Jesucristo, en quien he depositado mi confianza y a quien he entregado mi vida. El único día digno de ser celebrado de verdad es el "Día del Arrepentimiento", y eso vale para los gays, los mentirosos, los homicidas, los avaros, los que aborrecen a sus padres, los adúlteros, los ladrones... En definitiva, para todos nosotros.
Tal día como hoy...
06/06/07 11:30 Archivado en: Personal
Hoy hace exactamente 28 años que puse rumbo a Gran Bretaña para iniciar mis estudios bíblico-teológicos y tratar de dominar la lengua de Shakespeare. El balance no puede ser más positivo. Esa decisión marcó y cambió mi vida por completo. Veamos, ¿qué resumen podría hacer de todo ello?
1. Tuve la oportunidad de estudiar la Biblia y otras disciplinas afines de manera sistemática, profunda y reglada.
2. Aprendí la lengua de comunicación internacional más importante del mundo.
3. Conviví durante varios años con personas de más de veinte nacionalidades distintas.
4. Conocí un país extraordinario, al que siempre he considerado mi segunda patria.
5. Dejé de ser monocultural.
6. No hay un punto 6. Hay otros muchos, tangibles e intangibles, que hicieron que mereciera la pena todo el esfuerzo y el sacrificio propio y de las personas más allegadas a mí.
Por todo ello me siento muy agradecido.
1. Tuve la oportunidad de estudiar la Biblia y otras disciplinas afines de manera sistemática, profunda y reglada.
2. Aprendí la lengua de comunicación internacional más importante del mundo.
3. Conviví durante varios años con personas de más de veinte nacionalidades distintas.
4. Conocí un país extraordinario, al que siempre he considerado mi segunda patria.
5. Dejé de ser monocultural.
6. No hay un punto 6. Hay otros muchos, tangibles e intangibles, que hicieron que mereciera la pena todo el esfuerzo y el sacrificio propio y de las personas más allegadas a mí.
Por todo ello me siento muy agradecido.