¿Para cuándo lo importante...?
16/08/07 11:29 Archivado en: Religión
Echando un vistazo al programa del VII Congreso Evangélico, me doy cuenta de que muchos de los temas que se van a tratar en plenarias, seminarios y talleres son una especie de "déjà vu". No digo que no sean relevantes; sólo apunto que es darle vueltas a cuestiones familiares, manidas incluso. Por otro lado, veo lógico que se quieran abordar asuntos urgentes (la mayoría de carácter social, curiosamente). Sin embargo, lo que me preocupa es la ausencia de debate sobre aspectos importantes y esenciales de nuestras vidas e iglesias. Sé por experiencia propia que lo urgente nos impide muchas veces ocuparnos de lo importante. Ahora bien, puede que haya llegado el momento de prescindir de formalidades, de no buscar la atención de los medios de comunicación, y de dedicarnos a reflexionar y orar acerca de los grandes desafíos que tenemos como cristianos evangélicos. Y cuando hablo de desafíos no me refiero tanto a los que provienen del exterior, cuanto a los que se van "cociendo" de puertas adentro.
Me preocupa que no se hable, o se pase de puntillas, en el mejor de los casos, sobre la esencia misma de la vida y el ministerio de la iglesia. ¿Por qué no se debate sobre el movimiento de la iglesia emergente, el nominalismo religioso en las iglesias evangélicas, el pseudocristianismo que nos inunda a través de cierto tipo de literatura y televisión, principalmente, los falsos avivamientos y las actitudes sectarias que se infiltran no pocas veces en amplios sectores eclesiásticos? En fin, la lista sería muy larga, y voy citando ejemplos tal como vienen a mi mente, sin un orden predeterminado.
Claro que lo cómodo es hacer como que aquí no pasa nada. Seguir leyendo literatura "popular", escuchar a predicadores (cuando no autoproclamados "apóstoles" o "profetas") que violentan constantemente el sentido de la enseñanza de las Escrituras, asistir compulsivamente a cuantas reuniones y campañas especiales se organicen y jamás cuestionar las costumbres y tradiciones denominacionales que hemos heredado. Eso es lo cómodo, y lo que se suele hacer. Pero es una lástima que se deje pasar otra nueva oportunidad para cambiar las cosas. ¿O tal vez, pregunto yo, lo que se pretende es cambiarlo todo para que no cambie nada? No sé, el tiempo dirá. Mientras tanto, estoy preocupado y planteándome qué hacer al respecto (a título personal).
Me preocupa que no se hable, o se pase de puntillas, en el mejor de los casos, sobre la esencia misma de la vida y el ministerio de la iglesia. ¿Por qué no se debate sobre el movimiento de la iglesia emergente, el nominalismo religioso en las iglesias evangélicas, el pseudocristianismo que nos inunda a través de cierto tipo de literatura y televisión, principalmente, los falsos avivamientos y las actitudes sectarias que se infiltran no pocas veces en amplios sectores eclesiásticos? En fin, la lista sería muy larga, y voy citando ejemplos tal como vienen a mi mente, sin un orden predeterminado.
Claro que lo cómodo es hacer como que aquí no pasa nada. Seguir leyendo literatura "popular", escuchar a predicadores (cuando no autoproclamados "apóstoles" o "profetas") que violentan constantemente el sentido de la enseñanza de las Escrituras, asistir compulsivamente a cuantas reuniones y campañas especiales se organicen y jamás cuestionar las costumbres y tradiciones denominacionales que hemos heredado. Eso es lo cómodo, y lo que se suele hacer. Pero es una lástima que se deje pasar otra nueva oportunidad para cambiar las cosas. ¿O tal vez, pregunto yo, lo que se pretende es cambiarlo todo para que no cambie nada? No sé, el tiempo dirá. Mientras tanto, estoy preocupado y planteándome qué hacer al respecto (a título personal).