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¿De qué protesta un protestante?

Cuando siendo joven me convertí a Cristo, esto es, decidí dejar mi vida en sus manos y seguirle el resto de mis días, hubo un librito que me impactó de una manera especial. Se titulaba "¿De qué protesta un protestante?", y su autor era Antonio Amengual. Corría el año 1978, y los cristianos evangélicos solían recurrir a explicar las diferencias entre protestantes y católicos para hacerse presentes en la sociedad española de entonces. Es una estrategia que tuvo su momento y fue fruto de unas circunstancias muy difíciles, recién salidos de una penosa dictadura y sin poder disfrutar de una de las más elementales libertades individuales: la libertad religiosa o libertad de conciencia.

Han pasado más de 25 años, y los tiempos han cambiado de una manera vertiginosa. Ha cambiado la sociedad, y con ellos también lo hemos hecho los cristianos evangélicos. Naturalmente hay muchos aspectos positivos a la hora de hacer balance, pero hay uno en particular que se me antoja terriblemente negativo. El protestantismo español ha dejado de ser "voz profética". Se ha acomodado. Ya no protesta.

¿De qué protestan los protestantes españoles hoy en día? Pues, lamentablemente, y dejando a un lado las honrosas excepciones, que las hay, de nada o casi nada... Estamos amodorrados, bailándole el agua al poder establecido, mudos en nuestros pequeños guetos o diluidos en medio de la mediocridad imperante.

¿Dónde están los protestantes? ¿Dónde están los que le plantan cara al pecado, se llame como se llame y venga de donde venga? ¿Por qué no se alza la voz para denunciar los desmanes y anunciar la alternativa radical del reino de Dios? Cada día se están conculcando derechos fundamentales (a la vida, al trabajo, a una vivienda digna, a la libertad) e importantes (a la salud, a la educación, a la información). Y ¿dónde están los dirigentes evangélicos? Están "missing"...

Hay miedo a que ciertas posturas, que compartimos con otras confesiones cristianas, puedan dar lugar a que se nos identifique con la iglesia católica y sean malinterpretadas o utilizadas con fines bastardos. Pero por otro lado tampoco somos capaces de presentar una alternativa clara y diferenciada, no vaya a ser que se nos tome por fanáticos y fundamentalistas. Y así, vemos pasar el tiempo y las oportunidades mientras estamos faltando a nuestra responsabilidad como discípulos de Cristo. Es más cómodo seguir la corriente de los pseudo-progres que controlan las corrientes de opinión del país. Pasa lo mismo que en el cuento: el rey va desnudo, pero nadie se atreve a decirlo.

No tengo grandes esperanzas en que la situación vaya a cambiar a corto plazo, la verdad. Más bien opino que vamos a tener que soportar muchos años de penurias por culpa de nuestro conformismo, nuestra hipocresía y nuestra superficialidad. Lamentablemente nos lo tenemos merecido. Un pueblo que es incapaz de denunciar los totalitarismos nacionalistas y que se arrima al gobierno de turno para conseguir subvenciones y prebendas no es digno de llevar el nombre de cristiano. Un pueblo que se acobarda frente a las embestidas del secularismo más feroz, que se muestra apocado y sin criterio, no tiene más destino que el de ser ignorado, ninguneado, orillado.

Por supuesto que esta no es más que la opinión personal de alguien que está muy lejos de los centros de poder, que nada contra corriente y a quien le importa un pimiento caer bien o hacer campaña para que le elijan para desempeñar un cargo. Aunque bien mirado, si a todos los protestantes españoles nos importara más protestar que adular, ser que tener, tal vez sí habría esperanza de cambio. Lutero tenía 95 tesis. Yo me conformaría con que nosotros tuviéramos al menos 50. ¿Alguien se apunta?